Avistamientos de la ballena gris en BCS

A finales de año comienzan a llegar a Baja California Sur, huyendo de las heladas aguas del norte.

Ballena Gris en Baja California Sur.
Ballena gris en Bahía Magdalena

Puerto Adolfo López Mateos, BCS.- En invierno las mañanas en La Paz son frescas. Desde una mesa de plástico sobre la banqueta miro el mar inmóvil de esta ciudad, donde da una sensación extraña estar frente a un océano silencioso y sin olas. Estamos en el Bismark-cito, el restaurante más popular de este destino, listos para un inusual pero suculento desayuno de tacos de pescado, manta, langosta, jaiba, machaca de camarón y ostiones al chipotle, además de unas almejas chocolatas, empanadas de marlin y sopa de mariscos.

Rumbo a Bahía Magdalena

Con el estómago lleno, a las once en punto tomamos carretera hacia Puerto Adolfo López Mateos, uno de los sitios de Baja California Sur donde a finales de año comienzan a llegar las ballenas grises para pasar sus vacaciones y reproducirse, huyendo de las heladas aguas del norte del continente.

Ballena Gris en BCS.

El camino se hace ligero con el espectáculo siempre sorprendente que ofrece el desierto, lleno de cactus y biznagas, poblado de abandono y de animales invisibles que de vez en cuando se aparecen huidizos a los ojos.

Puerto Adolfo López Mateos.

La idea es no perder tiempo y aprovecharlo al máximo. A las dos y media de la tarde llegamos al puerto y media hora después ya estamos zarpando, montados en una lancha sobre las aguas de Bahía Magdalena, en una angosta y tranquila laguna de mar. Rápidamente alcanzamos la orilla contraria donde todo es un desierto de arena café, sin vegetación alguna. El espectáculo es algo excéntrico: manglares en una orilla, mar en medio y dunas en el lado opuesto.

Mientras navegamos bordeando las dunas, sobre nosotros vuelan cormoranes y águilas pescadoras. La tarde es invernal y, aunque hay sol, su calor no amortigua el viento helado que golpea la cara por la velocidad de la embarcación.

Ballena Gris en BCS.

Por un rato todo es mar y dunas, manglar y cielo, expectación y silencio, en la espera de cumplir el objetivo de este viaje: un encuentro con la ballena gris. Nuestras ansias son las mismas que las de un ballenero, sólo que sin arpón. Nosotros sólo queremos mirarlas, admirarlas, oírlas, sentirlas cerca, fotografiarlas y, de tener una gran suerte, tocarlas. Hemos recorrido cientos de kilómetros desde la Ciudad de México, con la única meta de conocer en vivo al animal más grande del mundo, de vivir la experiencia de estar a su lado, de recibir, de ojo a ojo, la mirada de un ser en busca de amigos.

Ballena Gris en BCS.

Por fortuna, la espera no se alarga. A lo lejos, como a 50 metros de la embarcación, aparece flotando sobre el mar un polvo de agua, indicio de que ahí hay un enorme cetáceo respirando. La lancha frena y prácticamente se detiene para avanzar con lentitud, como si de cacería estuviéramos. No vemos nada, pero sorpresivamente el chorro que zumba anticipa que emergerá ahí, frente a nosotros, el cetáceo. Y sí, el gigantesco mamífero aparece dejando ver su lomo y el de su cría que no se le separa, igual que el potrillo a la yegua, para volver a desaparecer después de apenas algunos segundos. Son negras y grises, inmensas.

Ballena Gris en BCS.

Por momentos hay que tener mucha paciencia para esperar a que salgan, ya que pueden estar sumergidas hasta quince minutos, según explica nuestro biólogo guía, Rodrigo. Pero también hay momentos en que se brindan generosamente y, como en una coreografía ensayada, hasta ocho ballenas grises aparecen al mismo tiempo con sus ballenatos, por todos lados, por lo que hay que girar hasta 360 grados para disfrutar de ese espectáculo de la naturaleza.

Efímeros arco iris

Sin embargo, nunca se exhiben completas. Lo hacen por partes y uno tiene que armar mental, o fotográficamente, el rompecabezas. A veces se zambullen casi en ángulo recto y presumen la gran cola; otras, parecen pararse verticalmente sobre alguna roca imaginaria y submarina, como si tuvieran patas, y enseñan parte de la cabeza; las más dejan ver sus nucas y dorsos que curvean para tomar impulso y sumergirse; en ocasiones se quedan descansando justo debajo de la superficie y ahí se les puede admirar más tiempo a través de la leve transparencia del agua. O se recuestan de lado y muestran una aleta, la panza, un ojo que mira a los tuyos.

Ballena Gris. Bahía Magdalena.
Ballena gris

Pero eso no es todo lo que nos regalan. Como si quisieran compensar con creces el esfuerzo de los turistas por venir hasta acá sólo para verlas, a ratos las madres juegan con sus ballenatos, retozan; a veces acercan su cría a la lancha y luego ellas mismas las alejan. De pronto la ballena se despliega a pocos metros de la lancha y luego se sumerge para cruzar por debajo del bote y reaparecer al otro lado con su escandaloso chorro de aire que arrastra ese polvo de agua que, al interponerse en los rayos del sol, forma efímeros arco iris en el aire, regalándonos una estampa única y bellísima.

Curiosamente, se vuelve una obsesión fotografiar la cola, como si ese fuera el resumen de la ballena; se le pretende como a un icono sagrado. Poco importan vértebras, ojos, espiráculos, aletas o partes del cuerpo moteado; todo eso vale poco a cambio de una cola.

Bahía Magdalena. Baja California Sur.
Bahía Magdalena

Y no hay más. Ese es todo el placer, que no es poco. La emoción de mirar de cerca al animal más grande del planeta, de penetrar en su mundo. Es el juego de mirar pedazos de ballena gris, siempre con la esperanza de ver más cuerpo, soñando con observar, aunque sea por un instante, el animal entero.

Después de dos horas de esta intensa experiencia, atracamos. Nos vamos al restaurante Aquendi, donde nos espera una cerveza Pacífico y un plato con arroz, lenguado empanizado, camarones a la barbecue, cola de langosta y una ensalada de lechuga con jitomate. Y sentado en esa mesa, comentando las incidencias del encuentro con la ballena gris, uno descubre que en las cosas simples de la vida puede haber grandes placeres escondidos.

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Langostinos.
Langostinos

Más información: La Paz, México

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