Lleno de pena, vergüenza y desaliento, el antes cumplido empleado de la hacienda de la Hoya del Rincón de Parangueo pensó en el suicidio y lo llevó a cabo.
Juan se quedó sin luz. Comenzó a escuchar ruidos, y con la caja de cerillos que tenía, prendió uno y vio como de la pared aparecía un enorme alacrán.
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