Colegio de las Vizcaínas

Historia, próceres y bohemia.

Colegio de las Vizcaínas

El Colegio de las Vizcaínas se ubica en Plaza de las Vizcaínas 39, Colonia Centro, en la ciudad de México y guarda dentro de sus muros y alrededor de ellos historias dignas de un edificio de esta magnitud cultural.

En 1732 los miembros de la Cofradía de Aranzazú dictaminaron fundar el Real Colegio de San Ignacio de Loyola para niñas naturales y oriundas de las vascongadas y cualesquiera otras de raza española, amparando también a las viudas, abriéndose así en la Nueva España una renovación pedagógica que dió a la mujer novohispana mejores posibilidades educativas con una sólida instrucción religiosa, pero sin las limitaciones del claustro, ya que no era regenteado por el clero, sino que tenía patrocinio real, aunque independiente en el manejo de sus constituciones.

Hacia 1730 el rector de la Universidad Real y Pontificia, don José de Eguiara y Eguren, defensor de la cultura hispanoamericana, rigió a la Cofradía; sus principales benefactores fueron los acaudalados caballeros Manuel de Aldaco, Ambrosio de Meave y Francisco de Echebeste, que dieron nombre a sus calles aledañas.

Colegio de las Vizcaínas.

El 31 de julio de 1734, colocó la primera piedra Don José Antonio de Vizarrón y Eguiarreta, virrey, capitán general de la Nueva España y arzobispo de México, aunque la inauguración no se hizo oficial hasta después de salvar las diferencias entre la Mitra y la Cofradía, en 1767. Desde esa época ha funcionado a pesar de las vicisitudes del país siendo rector el novohispano Don José Ignacio de Guraya, que hasta la fecha sigue laborando en la institución (mis primas Yúdico Ruíz, del barrio de san Miguel, estudiaron ahí incluso).

El Real Colegio de San Ignacio de Loyola, es conocido popularmente como Colegio de las Vizcaínas, inaugurado como «una institución educativa independiente y laica que asiste a doncellas y viudas sin los recursos necesarios para asegurar su educación, honestidad y buenas costumbres».

Colegio de las Vizcaínas.

Las educandas tenían edades que fluctuaban de 4 a más de 60 años, lo que abatía en mucho el sentimiento de orfandad, ya que las señoras mayores tuvieron una función de madre substituta.

Se impulsaba entre ellas la cultura musical, donde se les enseñaba el órgano, el clavicordio, la flauta y el bajón, entre otros instrumentos.

Algo curioso es que durante la guerra entre México y Estados Unidos sirvió como cuartel de los invasores y que poco después, cuando entraron en vigor las Leyes de Reforma, que incautaron universidades, escuelas y todo tipo de instituciones atendidas por el clero, el gobierno no pudo expropiar el plantel por ser independiente. Otro hecho es que, cuando la Guerra de Intervención Francesa, el Colegio cedió parte de su edificio para instalar un hospital militar.

Colegio de las Vizcaínas.

En el Porfiriato se estableció como escuela normal con estudios oficiales, hasta que de nuevo estuvo en peligro de perder su autonomía tras derrocar la Revolución a Díaz, arribando al poder Obregón y Elías Calles, que pretendían expropiar el Colegio.

Las Vizcaínas ha sido considerado por las autoridades educativas oficiales como «símbolo y baluarte de la feminidad mexicana».

Arquitectura y riqueza patrimonial del Colegio de las Vizcaínas

Colegio de las Vizcaínas.

Originalmente se pensó construir el Colegio sobre la Calzada del Calvario (hoy Avenida Juárez); pero se les concedió un terreno de 150 por 154 varas que era parte del tianguis del barrio de San Juan, donde se encargó su fábrica al arquitecto don José de Rivera.

La iglesia del Colegio tenía un carácter estrictamente privado y estaba lujosamente amueblada con bellos retablos, tribunas y rejas de los coros; hasta 1771 se realizó la portada del templo que mira hacia la calle, con tres esculturas: San Ignacio de Loyola al centro y San Luis Gonzaga y San Estanislao de Koska a los lados.

Su edificio es de estilo barroco resolutivo, la transición del barroco al neoclásico, con fachada de tezontle y cantera y barandales de recio hierro en los balcones y el interior; ocupa la totalidad de la manzana limitada por la calle de Las Vizcaínas, al norte, Manuel Aldaco, al oriente, la Plaza de las Vizcaínas, al sur y la calle de San Ignacio, al poniente. Contiene once patios interiores. Abundan las curvas y las cornisas, su estilo es churrigueresco y da paso a cinco retablos dorados y un coro con uno de los pocos órganos de esa época actualmente en servicio.

Colegio de las Vizcaínas.

El edificio presenta actualmente un aspecto sobrio por los grandes paramentos recubiertos de tezontle, apenas cortados por los vanos y los contrafuertes de cantera, aunque su aspecto debió ser diferente cuando la cantera estaba policromada en colores brillantes, policromía que se ha perdido en el tiempo.

Su riqueza artística se refleja en los retablos de Nuestra Señora de Loreto, del patriarca Señor San José y el armazón para la tabla de la puerta Seglar con la imagen de la Virgen de Guadalupe.

Cuenta con un impor­tante archivo histórico que preserva su historia y tradición, resguardando documentos desde el siglo XVI hasta nuestros días, con información para el conocimiento de la historia de la educación femenina en México. Ahí se encuentran los documentos relativos a la administración, instrucción y vida colegial (alimentación, atención médica, ingresos, matrimonios, etc.).

Colegio de las Vizcaínas.

Josefa Ortiz de Domínguez, principal personaje independentista femenino estudió en el Colegio de las Vizcaínas, hija de españoles de clase media quedó huérfana muy niña quedando a cargo de su educación su hermana María, quién la ingresó al Colegio.

Ahí aprendió a leer, escribir y nociones básicas de matemáticas, además de bordar, coser y cocinar; ahí también conoció al abogado Don Miguel Domínguez, quien la solicitó en matrimonio. Al poco tiempo Domínguez fue nombrado Corregidor de la ciudad de Querétaro y con el tiempo se vieron involucrados en la conspiración de Independencia. Siempre mostró doña Josefa un carácter extraordinariamente enérgico, al mismo tiempo que era caritativa y generosa, al extremo de auxiliar a los desamparados con sus bienes, y curar a los enfermos con sus propias manos.

Quizá por ello abrazó las ideas de independencia de la Nueva España, para redimir a todos los olvidados del gobierno español, como eran los indios y las clases mestizas.

Bohemia en torno a los sucesos y edificaciones históricas

Cercano al Colegio de Vizcaínas se ubican, sobre la calle de Bolívar -en el tramo de El Salvador a Mesones-, tres cantinas (La India, La Parroquia y La Mascota) donde el turista nacional e internacional que ha visitado el Colegio puede degustar alguna bebida y soberbias botanas, y conversar sobre la historia del edificio referido y la vida de la Corregidora.

Se tiene el dato de la existencia, para el 23 de febrero de 1814, de una pulquería denominada «De Marmolejo» que se encontraba en la calzada de Tlalnepantla. Otra información nos refiere que «a principios del siglo XIX existían más de 410 vinaterías y pasaba de 221 el número de las pulquerías en la ciudad de México«.

Ya en el siglo XX se inauguró el cabaret «La Linterna Verde» a un costado del Colegio, mismo que funcionó de 1936 a 1955 para luego cambiar a los nombres de «Los Claveles» y «Club Verde». Al clausurarse el sitio fue ocupado por una fábrica de conservas y después por una Unidad de Limpia del Distrito Federal. Ese cabaret medía 180 m2 de superficie (10 por el callejón de La Esperanza y 18 por el callejón de Aldaco).

Así, la tradición y la diversión rodearon en diferentes momentos a este bello edificio, que ha visto pasar el acontecer de México en todas sus épocas desde la Colonia y que hoy, se yergue majestuoso como parte del Centro Histórico de la Ciudad de los Palacios.

Más información: Colegio de las Vizcaínas, sitio web

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